Corrientes de la Construcción Social de la Realidad
¿Cómo podemos analizar la relación entre lo "social" y lo "individual", entre las estructuras y los agentes?
Corrientes de la Construcción Social de la Realidad
Desde la crisis general del funcionalismo en la década de 1960 y el declive del marxismo estructuralista en la década de 1970, gran parte de los trabajos sociológicos han intentado mantener el postulado de la determinación (probabilística) del comportamiento individual por las condiciones sociales, teniendo en cuenta al mismo tiempo el margen de maniobra de los individuos y su capacidad, a su vez, para influir en los procesos sociales. Pero el vocabulario de las determinaciones sociales ha tendido cada vez más a ser suplantado por el de la construcción social.
Al mismo tiempo, los enfoques "individualistas" antideterministas se han fragmentado en nuevas corrientes de sociología de la acción que, como el análisis estratégico, la intervención sociológica y la regulación social, tienen más en cuenta la configuración de los sistemas en los que actúan los individuos. Por último, los enfoques "interaccionistas", inicialmente muy influidos por las orientaciones culturalistas de la tradición de Chicago, se han redesplegado en torno a la cuestión de las identidades sociales, su puesta en práctica, los conflictos y las crisis.
Nota: Tuvo lugar un auge de la sociología desde las Revoluciones Industrial y Francesa en el siglo XVIII, argumentando la influencia de la Ilustración (movimiento intelectual del siglo XVIII, que también recibe el nombre de Siglo de las Luces; véase sus características) y su defensa de la ciencia contra la religión y la superstición en los fundadores de la disciplina. El enfoque positivista de Comte se perfila con su énfasis en la adquisición de conocimientos sociales con el propósito de la reforma y el mejoramiento social. Los problemas asociados con los intentos de ingeniería social se discuten como una forma de criticar los argumentos de Comte. El contemporáneo de Comte, Herbert Spencer, se presenta como un pionero de las ideas de la evolución social en el pensamiento sociológico. La teoría de Spencer sobre la diferenciación estructural y la adaptación funcional se describe junto con su defensa del principio de la "supervivencia del más apto" tanto en las sociedades como en la naturaleza.
Si hemos elegido estos cuatro términos (determinación, acción, construcción e identidad) para presentar las "grandes corrientes" de la sociología contemporánea, es para evitar recurrir a viejas denominaciones e insistir en el carácter potencialmente compatible de estas "corrientes" consideradas como vías de acceso al punto de vista sociológico y formas legítimas de razonamiento sociológico.
Como formas diferentes de hacer sociología y de interpretar un amplio abanico de material empírico, estas orientaciones de la sociología actual ofrecen respuestas diferentes a la misma pregunta clave que se encuentra en el corazón del proyecto sociológico: ¿cómo podemos dar cuenta de las relaciones entre el comportamiento individual y las estructuras sociales? O más sencillamente: ¿cómo podemos analizar la relación entre lo "social" y lo "individual", entre las estructuras y los agentes?
Así, hemos distinguido cuatro tipos de respuesta a esta pregunta estructuradora:
Las sociologías de la determinación social se centran en la conformación del comportamiento por las estructuras sociales.
Las sociologías de la acción ven las estructuras sociales como el resultado de la agregación, coordinación o regulación de acciones individuales o colectivas.
Las sociologías de la construcción social hacen hincapié en la estructuración conjunta del comportamiento y las estructuras sociales, a través de las interdependencias dentro de las configuraciones sociales.
Las sociologías de la identidad social se centran en las interacciones, a lo largo del tiempo, entre las trayectorias individuales y las afiliaciones colectivas.
Sociologías de la determinación social
Los sociólogos que siguen el ejemplo de Durkheim (1858-1917) y sus Reglas del método sociológico comparten la convicción de que la sociología es una ciencia como las demás y que debe utilizar los mismos procedimientos: definición del objeto, enunciado de hipótesis, verificación empírica (mediante la estadística y sus covariaciones, sustitutas de la experimentación), interpretación teórica. Utilizan esquemas causales probabilísticos y se fijan como objetivo primordial "estudiar las complejas determinaciones de situaciones concretas", en palabras de Jean-Claude Combessie. Si, según Durkheim, los factores sociales determinan el comportamiento individual (traducido en hechos sociales como las tasas de suicidio, que son distintas de los suicidios individuales), es porque ejercen coacciones que constituyen estos hechos sociales.
Otros, siguiendo el ejemplo de Karl Marx (1818-1883) y su materialismo histórico, interpretan las correlaciones significativas que persisten en el tiempo como señales de que las prácticas y representaciones de los individuos están determinadas por su "ser social", es decir, por su inclusión en las relaciones sociales y, en particular, en las clases sociales. Estas relaciones sociales interiorizadas conforman el comportamiento, las prácticas y las representaciones de los individuos. Pero los individuos no están determinados pasivamente; pueden escapar a su destino más probable, como los campesinos o los intelectuales "revolucionarios" que, según Marx, se ponen del lado de la clase obrera (una clase por sí misma y no en sí misma) debido a su "inteligencia de la historia".
Otros, por último, utilizan el vocabulario de las determinaciones sociales sin referencias teóricas precisas para destacar las desigualdades de clase, edad, sexo o cualquier otra pertenencia a categorías traducidas en variables "independientes" (determinantes). Desigualdades en el acceso a los bienes colectivos (escolarización, salud, vivienda social, seguridad, etc.) o desigualdades en los ingresos o el consumo, estas prácticas se traducen en variables "dependientes" (determinadas) y las correlaciones entre los dos tipos de variables en dependencias siempre vinculadas al contexto de la recogida de datos.
Aunque hoy en día ningún sociólogo se adhiere a la teoría de la causa única y a la determinación mecánica de las estructuras sobre el comportamiento, las dependencias estadísticas múltiples y probabilísticas pueden interpretarse como restricciones que limitan el campo de las decisiones posibles o como condicionamientos que favorecen la reproducción de las prácticas. Para los más desfavorecidos, en lo más bajo de la escala social, los recursos limitados y las opciones restringidas son causas muy reales de sufrimiento, frustración y, a veces, reproducción social (o exclusión). Para los más privilegiados, la multiplicidad de recursos permite opciones que se encuentran entre las más arriesgadas y rentables.
Siguiendo los pasos de Paul Lazarsfeld (1901-1976), los practicantes de esta sociología "cuantitativa" - a veces llamada "científica" (pero también "positivista") - han desarrollado, criticado y complejizado las técnicas de análisis estadístico y las condiciones de imputación causal que se encuentran en el corazón de esta práctica sociológica. La causalidad concierne a las determinaciones probabilísticas de las categorías y no al determinismo mecánico de los individuos (Raymond Boudon y Paul Lazarsfeld, 1966), pero sin embargo puede dar lugar a desigualdades considerables entre los individuos pertenecientes a categorías extremas, en particular a posibilidades muy diferentes de movilidad y éxito social. La relación entre origen social, éxito educativo y trayectoria socio-profesional es un tema principal de esta sociología.
Nota: La sociología postcolonial explora las formas en que el legado del colonialismo europeo permanece activo tanto en las sociedades como en las disciplinas académicas, mucho después de que las antiguas colonias hayan alcanzado la independencia. Los estudios poscoloniales tratan no solo de exponer este legado continuo, sino también de transformar los conceptos y teorías centrales que no tuvieron en cuenta las relaciones coloniales y poscoloniales.
Tomemos el caso de la sociología del éxito escolar en Francia. La primera, de Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron, La reproducción (1970), interpreta las desigualdades de rendimiento entre niños de distintas clases sociales como el efecto de las diferencias de capital cultural (y sobre todo lingüístico) entre las familias, y como el resultado de la legitimación de estas diferencias como desigualdades "naturales" ("dones", inteligencia, etc.) por parte del sistema educativo y sus agentes. La otra, de Raymond Boudon (L'Inégalité des chances, 1973), interpreta la desigualdad de oportunidades sociales como el resultado de un conjunto de decisiones racionales tomadas en el marco de procesos sociales: el refuerzo del "efecto meritocrático" que vincula la posición a las cualificaciones y el mantenimiento de un "efecto de dominación social", que favorece a los hijos de las clases altas con el mismo nivel de cualificación. Todas las familias desean que sus hijos tengan éxito (racionalidad de la elección), pero este éxito depende de los recursos ligados a su posición de origen en la escala laboral (competencia por el empleo). Esta dependencia de los recursos de origen mantiene la desigualdad de oportunidades sociales incluso cuando la diferencia de oportunidades educativas se está reduciendo.
¿Son incompatibles estas dos interpretaciones? Jean-Claude Passeron (1988) admite que más de la mitad de los resultados del segundo enfoque son compatibles con el primero. Jean-Michel Berthelot (1983) ha intentado combinar los dos enfoques. Es cierto que sigue habiendo divergencias entre una interpretación que hace hincapié en los factores estructurales referidos a las formas de dominación de clase y otra que considera a los jugadores como individuos libres con elecciones racionales, deseosos de mejorar su situación teniendo éxito en la escuela pero compitiendo por empleos con recursos desiguales. Así, más allá de una divergencia de "opciones teóricas de base" (determinismo de las estructuras frente a racionalidad de los individuos), los dos enfoques coinciden en el hecho de la dependencia estadística entre el éxito escolar (y por tanto social) y el origen social, y también en el mantenimiento, a lo largo del tiempo, de esta desigualdad de oportunidades, bajo el efecto de los mecanismos que rigen el mercado laboral y la institución educativa.
De este modo, las sociologías de la determinación social pueden intentar superar la oposición entre dar prioridad a las estructuras o a los agentes, adoptando una epistemología crítica que rechace el falso debate entre determinismo y libertad, al tiempo que reconoce que el cursor entre estos dos polos depende de los recursos socialmente condicionados de cada individuo.
Las sociologías de la acción
Desde Max Weber (1864-1920) y la publicación de su obra póstuma, Wirtschaft und Gesellschaft, los sociólogos acostumbran a distinguir cuatro tipos ideales de acción humana, dos de los cuales se refieren principalmente a las relaciones sociales comunitarias: la acción tradicional y la acción emocional, y dos de las relaciones societales: la acción racional en la finalidad, de tipo instrumental, y la acción racional en el valor, de tipo axiológico. Parte de la posteridad de Weber ha consistido en retomar, criticar, desarrollar y enmendar esta tipología "integral".
Elección racional e individualismo metodológico
La teoría de la elección racional ha intentado complicar y a veces torcer los modelos de análisis de la acción racional utilizados por los economistas. Según los economistas, se dice que un comportamiento es racional en cuanto puede modelizarse utilizando el postulado de la optimización de la relación coste/beneficio. Pero para los sociólogos de la "elección racional", la optimización tiene lugar en una situación de restricción, lo que les lleva a redefinir una "racionalidad social" distinta de las versiones de la racionalidad que se encuentran en la economía y la ciencia política. Esta racionalidad social supone que los individuos movilizan recursos para alcanzar una gran variedad de objetivos, bajo distintas restricciones. Cuando estos objetivos son "sustanciales" (traducibles en dinero), se postula la maximización: el cálculo beneficio/coste puede aplicarse según el modelo del homo œconomicus. Cuando los objetivos son "operativos" (no monetarios), nos encontramos con casos de racionalidad limitada o compleja, por ejemplo cuando el acceso a los recursos y a la información necesarios para tomar una decisión es muy desigual, o cuando las capacidades son demasiado desiguales como para postular el mismo tratamiento de los datos para tomar decisiones.
La cuestión de si un modelo ampliado de "racionalidad social" es aplicable a todos los casos concretos sigue abierta (Siegwart Lindenberg, 2001). Esto se debe a que implica la "racionalidad axiológica" definida por Max Weber como la relación entre la acción y la adhesión a los valores. Por eso, en un esfuerzo por distinguir y vincular mejor las distintas formas de racionalidad, Raymond Boudon, distinguiendo el individualismo metodológico de la elección racional sin más, desarrolló el concepto de "racionalidad cognitiva" (1995) para designar el hecho común a todo comportamiento racional de que puede justificarse por "buenas razones", ya sean económicas (interés), morales o éticas (valor) o incluso lógicas (cognición).
Así redefinido, el "individualismo metodológico", incluida la teoría de la elección racional, procede mediante modelos de acciones individuales que permiten explicar una correlación considerada significativa o una relación histórica considerada ejemplar por las "buenas razones" de actores individuales considerados como tipos abstractos.
Análisis estratégico: el actor y el sistema
Con origen en los trabajos de Herbert Simon (1947) sobre la racionalidad limitada y los de Michel Crozier sobre la administración francesa y Le Phénomène bureaucratique (1964), esta corriente se vincula a las sociologías de la acción desde una perspectiva particular, la de las relaciones de poder concebidas no como dominación, sino como capacidades desiguales para influir en los demás dentro de una organización o, mejor aún, de un sistema de acción concreto. Formalizado en el libro L'Acteur et le système de Michel Crozier y Erhard Friedberg (1977), este enfoque ha tenido un gran éxito entre todos los especialistas y actores de la organización, a los que proporciona no sólo elementos analíticos sino también métodos y conceptos que vinculan la comprensión de la interacción entre los actores y la transformación del sistema de acción concreto.
La tesis central que subyace a esta línea de investigación es que cualquier actor de un sistema de acción concreto, considerado como un conjunto de juegos estructurados por reglas, posee recursos -aunque desiguales- que le permiten construir zonas de incertidumbre dentro del sistema, que siempre es inestable, incompleto y abierto (debido al postulado de racionalidad limitada). Así pues, el actor social se concibe aquí como un estratega (no como un optimizador), es decir, capaz de hacerse al menos parcialmente imprevisible para los demás actores, con el fin de mantener o aumentar su poder. La dinámica de un sistema es, por tanto, el resultado de las estrategias de sus actores: conocerlas y enfrentarse a ellas significa poder comprender el cambio y, eventualmente, influir en él en una dirección determinada.
Esta corriente de investigación procede mediante encuestas de campo que pueden considerarse como intervenciones de cierto tipo: se puede llamar a un sociólogo cuando hay un problema en una organización. El sociólogo tendrá que observar y, sobre todo, escuchar lo que dicen los actores para reconstruir sus estrategias y comprender las reglas de los juegos de poder y sus zonas de incertidumbre. Esto supone ganarse su confianza para producir conocimientos que puedan ser devueltos a los actores que han permitido realizar el análisis.
Intervención sociológica y movimientos sociales
Otra forma de intervención sociológica es la que practican desde hace más de veinte años los equipos que rodean a Alain Touraine. En este caso, se trata de extraer explicaciones, justificaciones y reivindicaciones de una situación, de un grupo localizado o de una acción colectiva, con el fin de comprender y legitimar un movimiento social, mediante entrevistas de grupo a dirigentes o voluntarios. A raíz de mayo de 1968, la intervención sociológica se consideró como la contribución de los sociólogos "comprometidos" al apoyo y la legitimación, en la acción, de un actor histórico capaz de "producir lo social", "impulsar el cambio" y "encarnar la historicidad" (Touraine, 1973).
Es lo que ha hecho la clase obrera durante más de un siglo en las sociedades industriales, gracias en particular a sus organizaciones sindicales. Es lo que ya no hace en la sociedad postindustrial, como consecuencia del dominio de la tecnocracia y del advenimiento de la globalización financiera. ¿Han tomado el relevo los nuevos movimientos sociales? El estudio de los movimientos feminista, estudiantil, antinuclear, ecologista, etc., si bien pone de relieve nuevas formas de movilización, demuestra que no conducen a un nuevo conflicto mundial. La modernidad entra así en crisis: racionalización y subjetivación divergen (Touraine, 1992).
Por ello, la investigación sociológica, preocupada inicialmente por el análisis de los movimientos sociales, ha evolucionado hacia intentos de comprender nuevos procesos: la exclusión de los jóvenes de las urbanizaciones (La Galère, de François Dubet, 1983), el auge del racismo (La France raciste, de Michel Wieworka, 1992), las experiencias de los alumnos de secundaria, los estudiantes, los inmigrantes, etc. (Touraine, 1992). Esta trayectoria investigadora dio lugar a una nueva concepción de la sociología: la Sociología de la Experiencia (Dubet, 1994), de la que hablaremos más adelante.
La teoría de la regulación social de Jean-Daniel Reynaud es también una sociología de la acción centrada en la noción de regulación. Reynaud supo extraer un conjunto coherente de conceptos y vías de investigación a partir de los resultados del estudio realizado por Elton Mayo en Hawthorne entre 1929 y 1937, y del libro resultante, La dirección y los trabajadores. Para funcionar, la gran empresa moderna necesita articular dos tipos de regulación: la regulación autónoma por parte de los trabajadores y la regulación por parte de la dirección. Hay varias formas posibles de lograr una regulación conjunta, que los sociólogos tienen que "descubrir" sobre el terreno, al tiempo que "acompañan" la aparición de actores de la propia acción. De este modo, pueden entender, y posiblemente ayudar a otros a entender, cómo prevenir conflictos, negociar con éxito y transformar las reglas, los mecanismos básicos necesarios para garantizar tanto la rentabilidad económica como la satisfacción social.
Las sociologías de la acción social son diversas y no adoptan la misma definición de acción. Todas tienen algo en común: el rechazo de un análisis causal positivista. Difieren en cuanto a la prioridad que debe darse a la acción individual "ordinaria" o a la acción colectiva excepcional. Parecen estar de acuerdo en la prioridad que debe darse al actor sobre los sistemas, pero no tienen la misma definición del actor. También difieren en la cuestión de la racionalidad, entre enfoques "cognitivos" universalistas y enfoques "históricos" mucho más relativistas.
Sociologías de la construcción social
El término "constructivista" se utiliza a veces para describir las corrientes sociológicas que no definen la esfera social ni como una realidad objetiva "en sí misma", ni como un producto de racionalidades subjetivas "por sí mismas", sino como "construcciones" ideadas por los actores. Las acciones sociales forman parte, por tanto, de un mundo social construido cuya consistencia es el resultado de acciones anteriores. Denominadas a veces "nuevas sociologías" (Philippe Corcuff, 1992), estas corrientes pretenden romper con los dualismos anteriores: objetivismo y subjetivismo; estructura y agente; sociedad e individuo; macrosociología y microsociología.
Hábito y campo: un estructuralismo genético
Los sociólogos que se refieren a la considerable obra de Pierre Bourdieu (1930-2002) no forman una corriente unificada, ya que esta obra puede dar lugar a diferentes interpretaciones (dependiendo en particular de las obras que se tomen como referencia). En general, sin embargo, comparten la solución que él desarrolló al problema de la relación entre estructura y agente, y de la superación de las falsas oposiciones entre lo objetivo y lo subjetivo, la determinación social y la acción individual.
El concepto principal que lo hace posible es el de habitus, que se refiere al conjunto de disposiciones para actuar que los individuos heredan de su trayectoria social -y en particular de las condiciones de su socialización- y que les permite adquirir un sentido práctico, una capacidad de actuar bajo la ilusión de una acción libre adaptada a su contexto. La probabilidad de "elegir" acciones exitosas es, por tanto, el resultado de este sentido práctico, que elimina todas las alternativas que no se corresponden con las disposiciones adquiridas. Es lo que Bourdieu denomina "la causalidad de lo probable" (1974).
El origen de esta concepción reside en el principal descubrimiento común a las distintas corrientes del estructuralismo: la correspondencia ("homología estructural") entre las estructuras mentales y las estructuras sociales. Por ejemplo, entre la arquitectura gótica y el pensamiento escolástico (Erwin Panofski); entre las estructuras de parentesco y las actitudes hacia los diferentes parientes (Claude Lévi-Strauss); entre la casa cabila y las oposiciones estructurantes de la cultura local (Pierre Bourdieu). Es a través de la incorporación de estas estructuras sociales y del aprendizaje de las estructuras mentales correspondientes (creencias, lengua, gustos, etc.) como se construyen los habitus, que funcionan como esquemas (Jean Piaget), matrices generadoras de comportamientos preadaptados a las situaciones similares en las que tienen lugar las acciones.
Esta "teoría" permite mantener unidas las determinaciones (probabilísticas) y las acciones voluntarias (adaptadas), las relaciones sociales de dominación de clase (derivadas de acciones anteriores objetivadas) y las luchas de clases (derivadas de estructuras interiorizadas). Las acciones pasadas forman así estructuras que influyen en las acciones presentes y permiten que se reproduzcan en el futuro.
Otro concepto importante en esta corriente es el de campo, que permite diferenciar entre capitales específicos para el éxito en un campo determinado y habitus específicos para afrontar la competencia en ese campo (académico, profesional, artístico, deportivo, religioso, etc.). Este enfoque implica dilucidar la génesis del campo, sus reglas y la estructura de sus posiciones. Pues es la posición que ocupa un individuo en un campo la que explica su "estrategia objetiva" y permite verificar la relación subjetiva que establece como resultado de su habitus. De este modo, podemos comprender a posteriori (y a veces anticipar, a priori) la trayectoria de un individuo en el campo conociendo su habitus y la estructura de posiciones en este campo.
El último concepto clave de esta corriente es el de capital. Como en economía, el capital no es sólo monetario o económico, también es "humano". Pero contrariamente a los supuestos neoclásicos, los rendimientos de estos capitales (cultural, social, simbólico) dependen de su estructura tanto como de su volumen. Algunos capitales son decisivos en un campo, otros no. Algunos capitales pueden reconvertirse fácilmente, otros no. El objetivo de establecer una "economía general de las prácticas" se deriva de esta preocupación por diferenciar las formas de capital y sus vínculos con los distintos ámbitos sociales.
Una sociología de las configuraciones
Otra corriente constructivista es la obra de Norbert Elias (1897-1990). Su principal originalidad reside en su ruptura de las fronteras entre sociología, psicología e historia. A partir de sus trabajos sobre los manuales de etiqueta y la etiqueta que regía las sociedades cortesanas (en particular la corte de Versalles bajo Luis XIV), Elias planteó y defendió la hipótesis de un proceso de civilización en marcha en Occidente, consistente, junto al monopolio de la violencia legítima por parte de los Estados, en que los individuos (desde lo más alto hasta lo más bajo de la escala social) adquirían un mayor control sobre sus emociones y las reprimían sistemáticamente (de ahí el auge del psicoanálisis).
Para analizar este proceso, debemos romper con cualquier oposición entre individuo y sociedad y considerar las configuraciones que conforman los haces de relaciones (los nudos de la red) entre individuos (las mallas). En un notable estudio sobre una pequeña ciudad inglesa (Norbert Elias y John Scotson, 1984), se demostró cómo la configuración de los tres subgrupos (centro de clase media, trabajadores de la vieja estirpe y nuevos trabajadores) permite comprender sus relaciones de alianza (los dos primeros) y de hostilidad (contra el tercero). Al tener en cuenta la historia y la temporalidad, los autores pudieron demostrar que una configuración social es, en efecto, la interacción de dinámicas estructurales y trayectorias individuales.
Una teoría de la estructuración
Los sociólogos que se inspiran en la obra del sociólogo inglés Anthony Giddens también pueden considerarse "constructivistas" en la medida en que su teoría de la estructuración se basa en un postulado central, la dualidad de lo estructural, según el cual "lo estructural no es externo a los agentes [...] es más interno que externo a sus actividades [...] a la vez constriñe y posibilita" (1987).
Así pues, la sociedad existe a dos niveles: el de las estructuras sociales y el de las representaciones de los agentes, que se ven reforzadas regularmente por las rutinas y los hábitos de los agentes, que "construyen" así lo estructural mediante el control reflexivo de la acción. La noción de reflexividad está en el centro de esta teoría, que considera que la modernidad afecta directamente a la subjetividad y a la relación con el mundo: "las relaciones personales, la sociabilidad, incluidas la lealtad y la autenticidad, se convierten en un elemento central de la modernidad del mismo modo que las instituciones que integran el distanciamiento espacio-temporal" (Giddens, 1984). Es una lástima que este sistema conceptual no esté vinculado a ningún estudio empírico: por ejemplo, la hipótesis de que la globalización y sus dimensiones objetivas (capitalismo, división internacional del trabajo y orden militar, cuestionamiento de los Estados-nación) van acompañadas de un fortalecimiento de la sociabilidad privada y de la subjetividad reflexiva, por interesante que sea, no está respaldada por ningún dato de encuesta.
La construcción social de la realidad
Para concluir esta presentación demasiado breve de las sociologías constructivistas, cabe mencionar la importante posteridad de la obra de Peter Berger y Thomas Luckmann de 1966, que formula a la vez una nueva teoría de la socialización y propone una sociología del conocimiento. La dialéctica entre la interiorización del mundo vivido y el conocimiento prerreflexivo, y la exteriorización de este conocimiento ordinario, permite a cada persona constituir un acervo social de conocimientos que le permite ajustar las acciones a los contextos (como el habitus de Bourdieu). Este ajuste se realiza mediante esquemas clasificatorios y tipificaciones recíprocas que permiten construir puntos de referencia para la acción y categorizar el mundo que experimentamos.
De este modo, la "realidad social" aparece siempre doblemente construida: objetivamente, a través de las experiencias, y subjetivamente, a través de las categorías, los tipos, las proposiciones, en definitiva, los lenguajes que las ponen en palabras. Combinando elementos de la fenomenología de Alfred Schütz (1899-1959) y del conductismo social de George Herbert Mead (1863-1931), este libro ha permitido a muchos sociólogos adoptar un enfoque de la socialización alternativo al de Durkheim e incluir el análisis del lenguaje y la conversación en su práctica investigadora. Es en parte constructivismo y en parte sociología de la identidad.
El término "constructivismo" sigue siendo una etiqueta cómoda para "cubrir" corrientes bastante diferentes. Es cierto que todas ellas rechazan el positivismo de la determinación social y no se contentan con una vaga problemática del actor. Pero la superación de la antinomia entre "estructuras" y "agentes" no siempre es del todo convincente: o bien se hace sobre la base de la primacía de las estructuras y se fracasa en hacer del agente un "productor de lo social"; o bien se intenta partir de agentes determinados y activos y se fracasa en la reconstrucción de estructuras coherentes.
Las sociologías de la identidad
Este último grupo de "corrientes" difiere de los anteriores en que la relación entre "estructuras" sociales y "agentes individuales" se vuelve aquí problemática. Con la modernidad que multiplica las situaciones inciertas, los choques biográficos y la movilidad, los esquemas deterministas o accionistas ya no son pertinentes. Ya no existe ningún mecanismo regulador, ninguna co-construcción del sistema y del actor. Al contrario, es la existencia de múltiples identidades de actores y de sistemas muy diversos lo que justifica que estas nuevas sociologías den prioridad a la narración, por parte de los autores, de acciones comunes redefinidas como interacciones estructurantes o realizaciones prácticas.
Interaccionismo simbólico
El término "interaccionismo simbólico" fue acuñado por Herbert Blumer (1900-1987), que se opuso radicalmente al funcionalismo y propuso una tesis alternativa al culturalismo (muy presente en la primera escuela de Chicago). Se refiere a los sociólogos de la "segunda escuela de Chicago" (Everett C. Hughes, Anselm Strauss, Howard Becker, Erving Goffman) y a sus numerosos descendientes. La interpretación que los individuos dan a sus acciones, lo que William Thomas (1863-1947) había llamado "la definición de la situación", está en el centro de esta corriente que vincula la sociología y la antropología social, practicando la inmersión a largo plazo en un "campo".
Para Thomas y sus sucesores, el análisis sociológico debe basarse en los significados que los individuos atribuyen a sus acciones. No en "modelos" preestablecidos (como el interés o los valores en el individualismo metodológico), sino en interpretaciones de situaciones concretas. Y estas situaciones están formadas por interacciones entre varias personas, cuyas interpretaciones son, en palabras de Erving Goffman (1922-1982), "relaciones sintácticas que unen las acciones de las diversas personas mutuamente presentes" (1974).
Así, lo "social" no se aborda ni desde el punto de vista de las estructuras (el nivel macrosociológico), ni desde el de los individuos (el nivel microsociológico), sino desde el de las interacciones cara a cara dentro de un curso de acción situado (el nivel "mesosociológico") y los diversos significados que le otorgan los participantes. Según Goffman, éstos incluyen la cuestión de la identidad, las relaciones de rol y el mantenimiento del rostro, todos ellos en el centro de la dramaturgia de un encuentro o, a fortiori, de una acción conjunta. La vida social es un teatro en el que los actores desempeñan múltiples papeles y deben, a pesar de esta diversidad, reconocerse por sí mismos, como una sola persona (el rostro). La identidad no se define aquí como una sustancia o un objeto, sino como un proceso relacional y biográfico, a la vez un marco y un yo.
Con la modernidad, la cuestión de la identidad (¿quién soy yo?) se ha vuelto problemática. Son frecuentes las brechas entre la identidad "virtual" (atribuida por los demás) y la identidad "real" (reivindicada por uno mismo), lo que provoca traumas, discriminación (estigmatización) y estrategias identitarias para reducirlas (Goffman, 1962). Comprender estas estrategias, observando y entrevistando a los sujetos implicados, permite vincular las definiciones de la situación de interacción a las trayectorias subjetivas que arrojan luz sobre el significado de estas estrategias.
Esta cuestión de la construcción de la identidad basada en las atribuciones de los demás y su asunción de responsabilidad, bajo diversas formas, debe mucho al redescubrimiento de la obra de George Herbert Mead (1863-1931), y en particular a su génesis social del yo basada en la conversación por gestos y la asunción de roles, y al paso de la identificación con los "otros significativos" a la identificación con los "otros generalizados" que son la sociedad en acción (1933). Precursor del interaccionismo simbólico, Mead es también un sociólogo pragmatista y un psicólogo seguidor del conductismo social. Es uno de los pocos "padres fundadores" que han hecho de la construcción de la identidad personal un objeto de pleno derecho en sociología, ya sea en el ámbito del trabajo-empleo (Claude Dubar, 1991), de la familia (François de Singly, 1996) o de la salud mental (Alain Ehrenberg, 1998).
Etnometodología
Fue Harold Garfinkel, antiguo alumno de Schütz (1899-1959) y antiguo ayudante de Talcott Parsons (1902-1979), quien, en su famoso libro Studies in ethnomethodology (1967), formuló los principios y el programa de esta "corriente", que a veces se presenta como ajena a la sociología pero que, de hecho, amplía y radicaliza el interaccionismo anterior.
En efecto, si se cuestiona el carácter "objetivo" de los hechos sociales, como el carácter "científico" de las sociologías clásicas (de Durkheim a Parsons), es simplemente por la competencia postulada y observada de los miembros de las interacciones, redefinidas como realizaciones prácticas, es decir, la realización de acciones enteramente explicadas por la descripción o el relato (rendición de cuentas) de estas acciones por los miembros en cuestión. De este modo, el etnometodólogo practica una especie de "rendición de cuentas de los propios miembros". Todo el conocimiento procede de estos agentes sociales que "no son idiotas culturales" sino "eruditos prácticos".
Utilizan "procedimientos interpretativos" (Aaron Cicourel, 1976) destinados a obtener el reconocimiento de sus identidades. Así, en el "caso Agnès", nombre de pila de una transexual entrevistada largamente por Garfinkel (1967), el deseo de pasar por una "mujer corriente" demuestra que la nueva identidad necesita ser confirmada por los demás y, finalmente, reconocida por el registro civil en forma de "papel". Numerosos estudios etnometodológicos sobre la desviación, la delincuencia, la marginalidad y la criminalidad muestran cómo, mediante la acumulación de informes, reuniones, audiencias, entrevistas y expedientes periciales, se construye una identidad (de papel) que acaba sustituyendo a la antigua persona y dando lugar a la realización práctica de la nueva identidad. La etnometodología, un campo de estudio en rápido crecimiento, trata de mostrar cómo los miembros implicados en una acción colectiva hacen frente a las múltiples exigencias de su identidad mediante realizaciones prácticas que son otras tantas formas de reconocimiento, observando de cerca lo que se dice y se escribe en un contexto determinado.
Sociologías clínicas
Este nombre un tanto oscuro esconde una rama reciente de la sociología que aún está en ciernes. Su objetivo es "reintegrar la experiencia vivida en la sociología", vincular los procesos sociales a las experiencias existenciales, estudiar los vínculos entre las determinaciones sociológicas y los mecanismos psicológicos, y utilizar conjuntamente los recursos de la explicación sociológica y el tratamiento psicoanalítico. En resumen, se trata de utilizar "grupos de implicación" o "estudios de casos" para que los voluntarios comprendan "que son el producto de una historia de la que intentan convertirse en sujeto" (Vincent de Gauléjac, 1995).
La sociología clínica es también, en consonancia con las numerosas intervenciones psicosociológicas, investigación-acción o investigación-acción destinada a dar expresión a las experiencias concretas, subjetivas y singulares de los miembros de organizaciones, asociaciones y grupos contextualizados. El objetivo es apoyar la toma de conciencia y los cambios que esta intervención conlleva, teniendo en cuenta tanto las subjetividades individuales como las normas y estructuras colectivas. Es una especie de psicología social que arroja luz sobre las raíces sociales de los comportamientos y los estados psicológicos.
Existen ciertas similitudes con lo que François Dubet ha denominado la sociología de la experiencia (1994), que sigue a la intervención sociológica y pretende mostrar (y ayudar a expresar y perfeccionar) cómo los sujetos sociales, en situación, existen combinando varias lógicas de acción: la de la integración social, la de la estrategia y la de la subjetivación. La subjetivación es la más frágil pero también la más delicada de las lógicas, ya que implica gestionar, si no unificar, una pluralidad de roles (y de distancias respecto a los roles) y sobre todo de "identidades cada vez más diversas" (Dubet, 1994). En todas las "sociologías de la identidad", las historias de vida y las entrevistas biográficas (Didier Demazière y Claude Dubar, 1997) se han convertido en herramientas importantes que se han difundido ampliamente, aunque su uso siga siendo diverso.
Estas nuevas "corrientes", centradas en la identidad, nacieron en parte de la profunda crisis de las "dos sociologías" correspondientes a los dos sistemas político-ideológicos que dividieron el mundo durante gran parte del siglo XX: el marxismo y el liberalismo. Aún más que las corrientes "constructivistas", las corrientes "identitarias" provienen de la profunda crisis de las sociologías clásicas, uno de cuyos postulados era la separación entre sociología y psicología, y el otro la primacía de la racionalidad universalista en la explicación del comportamiento. La identidad resurgió cuando las explicaciones anteriores (las clases sociales, el individuo abstracto) resultaron insuficientes y se necesitaron nuevos enfoques para comprender la nueva "metamorfosis del asalariado" (Robert Castel, 1995), que traía consigo sufrimiento y desafiliación.
Un movimiento creciente: la sociología del género
Desde la década de 1970, se ha ido desarrollando en todo el mundo una sociología diversa y original de las relaciones entre hombres y mujeres, a las que inicialmente se denominó relaciones sexuales antes de denominarse (como en Estados Unidos) género (Women Studies, ahora Gender Studies). En la abundante literatura de esta nueva "corriente", encontramos interesantes combinaciones de orientaciones "constructivistas" (el género es una construcción social), "deterministas" (la dominación masculina se mantiene, al igual que las desigualdades y la discriminación, a pesar de los grandes cambios) y "basadas en la identidad" (las normas de género surgen de las interacciones a lo largo del tiempo). Es como si la sociología del género atravesara las "corrientes" anteriores y tendiera a constituir una "nueva corriente" irreductible a las antiguas clasificaciones.
Así pues, la noción de género es algo más que un nuevo objeto, es un verdadero paradigma, no sólo sociológico sino también multidisciplinar, transversal a todas las ciencias. En el sentido de "construcción social y cultural de la diferencia entre los sexos" (Michèle Perrot, 1995), constituye una categoría de análisis que permite examinar tanto la evolución de las relaciones sociales entre hombres y mujeres como el mantenimiento de la dominación masculina (a nivel macrosociológico); la dinámica de las desigualdades entre hombres y mujeres (Michèle Ferrand, 2005) y de los "arreglos entre los sexos" a nivel mesosociológico; y los significados y representaciones de las diferencias de género a nivel microsociológico.
Más que las "corrientes" anteriores, esta nueva corriente muestra hasta qué punto el nivel de análisis es decisivo para los resultados del análisis sociológico, y las condiciones en las que pueden articularse los niveles para dar cuenta de un fenómeno tan complejo como la dinámica de las relaciones entre hombres y mujeres.
Esta nueva corriente, que se ha centrado principalmente en el género femenino, tiende a interesarse también por el género masculino, su construcción social y sus crisis de identidad ante la dinámica de conquista por parte de las mujeres de nuevas profesiones y puestos de poder al más alto nivel. Al igual que no se nace mujer (Simone de Beauvoir, 1949), no se nace hombre, se llega a serlo.
No concluir
Si la sociología contemporánea parece a veces muy fragmentada y cada vez menos reducible a "grandes corrientes" estructuradas por paradigmas simples, no es por su pérdida de cientificidad ni por la falta de acumulatividad de sus trabajos de investigación. Se debe al desarrollo de la pluralidad de sus perspectivas, a la vitalidad de sus 'nuevas corrientes' que implican la invención de nuevos objetos, conceptos y métodos.
Al haber agrupado estas "nuevas corrientes" en cuatro grupos sin conseguir clasificar una de las nuevas perspectivas más prometedoras de la sociología, el punto de vista del género, somos conscientes de nuestros inevitables olvidos. Son inevitables porque cada vez más sociólogos, en sus explicaciones, mezclan conceptos y proposiciones de diferentes "teorías" y proceden a teorizaciones parciales, anclándolas en los datos concretos que recogen (teoría fundamentada). Estas teorizaciones basadas en datos (Barney Glaser y Anselm Strauss, 1967) son difíciles de encajar en las divisiones de la "sociología clásica" y nos obligarían a multiplicar, casi hasta el infinito, las distinciones dentro de estas "nuevas corrientes". Entre la agrupación ilegítima y la fragmentación ilegible, el camino que hemos elegido es estrecho.
Ok
Bien explicado: El término "interaccionismo simbólico" fue acuñado por Herbert Blumer (1900-1987), que se opuso radicalmente al funcionalismo y propuso una tesis alternativa al culturalismo (muy presente en la primera escuela de Chicago). Se refiere a los sociólogos de la "segunda escuela de Chicago" (Everett C. Hughes, Anselm Strauss, Howard Becker, Erving Goffman) y a sus numerosos descendientes. La interpretación que los individuos dan a sus acciones, lo que William Thomas (1863-1947) había llamado "la definición de la situación", está en el centro de esta corriente que vincula la sociología y la antropología social, practicando la inmersión a largo plazo en un "campo".