Antropología y Comunicación
Medios de comunicación, antropología y mitos en los siglos XX y XXI
La Antropología y la Comunicación
Los objetos de estudio de la antropología de la comunicación abarcan desde mitos, cuentos, conjuros rituales, panegíricos funerarios y discursos políticos hasta cotilleos, saludos cotidianos y regateos entre compradores y tenderos.
El proyecto de antropología de la comunicación
La antropología de la comunicación nació en la década de 1960 en el seno de la antropología cultural estadounidense. En 1962, el antropólogo y lingüista Dell Hymes publicó un manifiesto a favor de una etnografía del habla. En él proponía estudiar la relación entre lengua, cultura y sociedad siguiendo la estela de los trabajos de Franz Boas, Edward Sapir y Benjamin Lee Whorf, pero con un énfasis más decidido en el análisis de las prácticas lingüísticas en su contexto.
Nota: Actualmente, el término cultura suele incluir las siguientes acepciones:
Una comunidad lo suficientemente grande como para producir nuevas generaciones sin depender de personas externas.
El proceso de transmisión social de estos pensamientos y comportamientos desde el nacimiento en las familias y otras instituciones a lo largo de generaciones.
La totalidad del pensamiento, las experiencias y las pautas de comportamiento de esa comunidad, así como sus suposiciones, entendimientos y valores sobre la vida que guían el comportamiento.
Que los miembros se identifiquen conscientemente con esa comunidad -lo que se denomina identidad cultural o la identificación y aceptación en un grupo que tiene símbolos y normas de comportamiento compartidos.
Dos años más tarde, junto con el sociolingüista John Gumperz, editó un número de la revista American Anthropologist dedicado a la etnografía de la comunicación: esta nueva denominación subrayaba el hecho de que la comunicación no podía reducirse únicamente a su dimensión verbal. Este número, al que contribuyeron autores como Erving Goffman y William Labov, desempeñó un papel fundador en la constitución de un nuevo campo de investigación en la encrucijada de las ciencias sociales y las ciencias del lenguaje. Diez años más tarde, dos alumnos de Hymes en la Universidad de Pensilvania, Richard Bauman y Joel Sherzer, publicaron una obra colectiva, Explorations in the Ethnography of Speaking, que representó un hito importante y la primera culminación del programa lanzado por su maestro. Desde entonces, esta área temática de la antropología ha dado lugar a una corriente de investigación extremadamente fértil, sobre todo en Estados Unidos. En Francia, en cambio, no ha recibido tanto reconocimiento académico, a pesar de los trabajos pioneros de Geneviève Calame-Griaule, que inauguró la etnolingüística "a la francesa" en los años sesenta (Ethnologie et langage. La parole chez les Dogon, 1965), y a pesar de que muchos antropólogos francófonos han realizado aportaciones originales a esta corriente.
El proyecto de la antropología de la comunicación se define en oposición al enfoque lingüístico de los hechos del lenguaje. Desde Ferdinand de Saussure hasta Noam Chomsky, la lingüística ha pretendido estudiar la lengua en sí misma, considerándola como una estructura formal independiente de sus usos concretos. En cambio, la antropología de la comunicación vuelve a centrar la atención en los usos para comprender mejor el papel del lenguaje en la vida social. Siguiendo el trabajo de los filósofos John Austin y John Searle sobre los "actos de habla", desplaza la atención de la lengua al habla, de la competencia a la actuación, del código al contexto.
También hace hincapié en el hecho de que la lengua no se limita a un uso referencial, sino que también es una forma de acción social por derecho propio: se utiliza para llevar a cabo acciones, como demuestran claramente verbos performativos como 'saludar', 'maldecir', 'bautizar' o 'condenar'. El estudio de los usos sociales de la lengua exige la adopción de un método de investigación decididamente etnográfico, mientras que la antropología lingüística se ha limitado hasta ahora a consideraciones teóricas más generales, en consonancia con los debates en torno a la hipótesis Sapir-Whorf sobre la relatividad lingüística, es decir, sobre las relaciones de influencia que existen entre la lengua, la cultura y el pensamiento.
Del habla a la comunicación
La antropología de la comunicación también difiere de los enfoques más estrechamente lingüísticos en otro aspecto. Entre 1962 y 1964, Hymes pasó de la etnografía del habla a la etnografía de la comunicación, para hacer hincapié en el hecho de que la comunicación no se limita al intercambio de mensajes verbales. La comunicación no verbal desempeña un papel importante en la vida social, aunque es innegable que el lenguaje articulado representa un modo privilegiado de comunicación dentro de la especie humana. La comunicación verbal incluye el intercambio de mensajes lingüísticos tanto escritos como orales: la etnografía de las prácticas de escritura es, por tanto, parte integrante de este enfoque antropológico de la comunicación. No obstante, cabe señalar que un mensaje verbal puede transmitirse con la misma facilidad por medios táctiles, como el braille, que por medios visuales y gestuales, como las lenguas de signos para sordos y personas con dificultades auditivas, o la lengua de signos de los indios de las llanuras, que sirvió de lingua franca entre varios grupos lingüísticos.
La comunicación también se basa en señales no verbales. En primer lugar, están los aspectos paralingüísticos del habla. Con ello nos referimos a los elementos vocales que acompañan al mensaje lingüístico pero que no se reducen a él, como la prosodia (es decir, las inflexiones propias de la expresión oral). Sin embargo, la entonación puede tener un significado social: un cambio en el tono indica cómo debe entenderse el discurso, por ejemplo, indicando a los participantes que la declaración se está haciendo en broma. Del mismo modo, un acento es un poderoso marcador del origen o el estatus social. Por último, ciertos tipos de discurso se distinguen por una prosodia particular, por ejemplo los lamentos fúnebres expresados de forma hablada y cantada.
También hay que tener en cuenta los aspectos extralingüísticos de la comunicación. Un acto tan cotidiano como el saludo suele combinar una serie de fórmulas verbales convencionales con un conjunto de señales no verbales: gestos (señales con las manos, apretones de manos, abrazos o besos), miradas (contacto visual o, por el contrario, evasivas), expresiones faciales (sonrisas o, por el contrario, caras cerradas) y posturas corporales (ponerse de pie o inclinar el torso). En la década de 1950, Ray Birdwhistell propuso el término kinésica para describir el estudio de esta comunicación gestual y corporal y los códigos socioculturales que la rigen. En este contexto, cabe mencionar la importancia de los trabajos de los investigadores de la Escuela de Palo Alto (California), dirigidos por Gregory Bateson, para comprender los fundamentos no verbales de la comunicación.
La distancia y el espacio también son aspectos significativos de la comunicación, como ha demostrado claramente la proxémica de Edward T. Hall. La proxémica de Hall. Alessandro Duranti, por ejemplo, ha destacado el papel decisivo que desempeña la ubicación espacial en los saludos ceremoniales entre hombres notables en Samoa, una sociedad muy jerarquizada con todo un sistema de títulos nobiliarios. Los saludos verbales van precedidos de la entrada del recién llegado, que toma asiento en el interior de la casa. Las personas sentadas en la parte delantera, la parte de la casa asociada a la luz, son las que merecen más respeto por su estatus, pero también las que deben cumplir más estrictamente las normas de etiqueta. Las personas de menor rango se sientan en la parte trasera de la casa, la parte asociada con la "maleza" y la oscuridad. Aunque suele haber congruencia entre el estatus social de una persona y el lugar donde se sienta, el sistema jerárquico es lo suficientemente ambiguo como para que los individuos tengan cierto margen de maniobra para negociar su lugar y, por tanto, su rango. Para evitar tener que cumplir con ciertas obligaciones sociales (por ejemplo, al recoger dinero para una ceremonia), una persona prominente puede adoptar una estrategia de autodescenso declinando el prestigioso lugar que se le ofrece en la parte delantera de la casa, a riesgo, sin embargo, de quedar mal públicamente si su maniobra fracasa.
Como vemos, las señales no verbales son un aspecto importante de la comunicación, junto con los intercambios lingüísticos. En términos de desarrollo psicológico, la comunicación no verbal precede a la adquisición del lenguaje en los niños e incluso la hace posible. Los primeros gestos deícticos (como señalar o sostener un objeto), que aparecen alrededor de los nueve meses, son prototipos no verbales de enunciados imperativos ("dame eso") o declarativos ("es una pelota"). Los niños adquieren el uso convencional de los signos lingüísticos aprendiendo a participar en una forma de interacción que inicialmente comprenden de forma no lingüística. Desde esta perspectiva, la antropología de la comunicación se ha interesado por la adquisición de habilidades comunicativas en los niños, como ilustran los trabajos de Bambi Schieffelin sobre la socialización lingüística entre los kaluli en las tierras altas de Papúa Nueva Guinea y los de Marjorie Goodwin sobre los juegos infantiles en un barrio afroamericano de Filadelfia.
Cómo etnografiar las prácticas de comunicación
Uno de los principales conceptos de la antropología de la comunicación es el de competencia comunicativa. A diferencia de la noción de competencia lingüística en el centro de los enfoques formales del lenguaje, ésta no se centra únicamente en el dominio de las reglas gramaticales, sino más ampliamente en las normas socioculturales que rigen el uso del lenguaje. Se trata de saber hablar correctamente, pero también de ser capaz de determinar cuándo hablar, sobre qué, con quién y de qué manera. Del mismo modo, la antropología de la comunicación no se interesa por una comunidad lingüística abstracta, sino por lo que Gumperz denomina una comunidad de habla. Con ello nos referimos a cualquier grupo de personas que comparten la misma lengua, pero también las mismas formas de hablar y el mismo conjunto de normas sobre el uso de la lengua. Esto significa, por ejemplo, estudiar las formas de hablar específicas de un grupo social determinado (conocidas como sociolectos), en la línea de los trabajos pioneros de Labov sobre el habla de los negros estadounidenses.
Sólo la investigación de campo puede identificar y describir una comunidad lingüística y definir sus contornos. Ello exige la adopción de un principio de relativismo metodológico en cuanto a los criterios de inclusión o exclusión del grupo. Si, en una sociedad, ciertas especies animales o los espíritus de los antepasados se consideran interlocutores legítimos, entonces deben contarse entre los miembros de esta comunidad lingüística. Teniendo esto en cuenta, los antropólogos han estudiado los medios (tanto lingüísticos como extralingüísticos) por los que, en un contexto ritual en particular, se induce a los participantes a prestar su voz a una entidad invisible o no humana o a un artefacto encargado de encarnar su presencia (como una máscara, una estatua o un instrumento musical).
Nota: El interés antropológico por la comunicación de masas y los medios de comunicación se ha disparado desde los años 80, atrayendo y desafiando los trabajos sobre los medios de comunicación de masas, los estudios culturales, la sociología y otras disciplinas. Él libro "Antropología y Comunicación de Masas", de Mark Allen Peterson, muy citado por la literatura académica, ofrece una visión sistemática de los temas, tópicos y metodologías del diálogo emergente entre los antropólogos que estudian la comunicación de masas y los analistas de los medios que recurren a la etnografía y al análisis cultural. Basándose en docenas de estudios semióticos, etnográficos y transculturales sobre los medios de comunicación de masas, ofrece nuevas perspectivas para el análisis de los textos mediáticos, propone modelos para el estudio etnográfico de la producción y el consumo de medios y sugiere enfoques para comprender los medios de comunicación en el sistema mundial moderno. Situando el estudio antropológico de los medios de comunicación de masas en perspectivas históricas e interdisciplinarias, este libro examina cómo el trabajo en estudios culturales, sociología, comunicación de masas y otras disciplinas ha contribuido a dar forma al resurgimiento del interés de los antropólogos por los medios de comunicación.
La antropología de la comunicación ha desarrollado un conjunto de conceptos y métodos para definir con la mayor precisión posible las formas de hablar dentro de una comunidad lingüística determinada. Según Hymes, la unidad de análisis más relevante es lo que él denomina acontecimiento comunicativo o acontecimiento de habla. Con ello se refiere a cualquier secuencia de actividad en la que la lengua (o, más ampliamente, la comunicación) desempeñe un papel constitutivo y no meramente incidental. Puede tratarse de una oración religiosa, un juicio, una conferencia erudita, una justa verbal o una charla de bar. Hymes propuso un modelo para guiar el análisis de los acontecimientos comunicativos desglosándolos en una serie de parámetros socialmente relevantes. Le dio un nombre en forma de acrónimo: HABLAR.
Para ilustrar la presentación de este modelo, utilizaremos un breve ejemplo (tomado de "The Ethnography of Communication. Una introducción" de Muriel Saville-Troike, 1982): una asamblea de aldea entre los bambara de Malí.
S de Situación: ¿cuándo y dónde puede celebrarse? Una asamblea consuetudinaria suele celebrarse durante el día en la plaza del pueblo, bajo el árbol del palaver, porque es un acontecimiento de interés para toda la comunidad.
P de Participantes: ¿quién puede tomar parte en el acto? Para responder a esta pregunta, debemos ampliar el modelo diádico de emisor y receptor para considerar, siguiendo a Goffman, todos los estatus y roles que pueden asumir los participantes durante el acontecimiento. Por parte del emisor, el orador (el que habla) puede diferir del enunciador (aquel en cuyo nombre se habla). Por parte del receptor, el destinatario principal difiere de la audiencia, que puede incluir a personas al alcance del oído pero a las que el mensaje no va dirigido principalmente. Las estrategias de dirección indirecta (utilizadas, por ejemplo, para criticar a alguien de forma indirecta) son una buena ilustración del hecho de que el destinatario real de un mensaje puede diferir de su destinatario aparente. En el caso de una palaver bambara, pueden participar todos los hombres de la aldea, pero en principio no las mujeres. Los participantes se diferencian por su estatus y los papeles asociados a ellos: hay que distinguir entre el jefe de la aldea que dirige la asamblea, el griot que actúa como portavoz, los ancianos (es decir, los hombres casados de más de cuarenta años) que participan activamente en la decisión y los hombres más jóvenes que asisten a la asamblea pero no pueden participar directamente en la discusión.
E como en Ends: ¿qué está en juego en el evento? El fin de una palaver es llegar a una decisión por el bien de toda la comunidad de la aldea, por eso es un acto público.
A de Secuencia de actos: ¿de qué hablamos, qué decimos y cómo? El tema de la asamblea se refiere a la decisión que hay que tomar (por ejemplo, cómo hacer para que el ganado no siga asolando las plantaciones). La palaver se desarrolla del siguiente modo: el jefe de la aldea comienza explicando de qué trata la reunión, luego el griot transmite el mensaje a la asamblea. A continuación, tras pedir la palabra a través del griot, un anciano expone su punto de vista, que es comunicado por el griot. Esta secuencia se repite hasta que todos los ancianos han tenido la oportunidad de expresar sus opiniones. Al final, el jefe de la aldea resume el debate y hace una propuesta, de nuevo a través del griot.
K de Clave (Tono): ¿cuál es el tono de la comunicación? Una palaver es una deliberación seria. Sólo el griot puede utilizar un tono jocoso, lo que marca su estatus especial.
I de Instrumental (Medios): ¿qué medios de comunicación y qué registros se utilizan? La asamblea de la aldea es un acto oral que tiene lugar en bambara. El griot puede hablar en voz alta, mientras que los demás participantes lo hacen en voz más baja.
N de Normas: ¿cuáles son las reglas para hablar y qué normas rigen la interpretación de los discursos? La palaver se desarrolla según las siguientes normas: los participantes no se dirigen directamente los unos a los otros, sino que deben pasar siempre por el griot; sólo los ancianos pueden pedir permiso al jefe de la aldea para hablar; se puede pedir la opinión de los más jóvenes, pero ellos mismos no pueden pedir la palabra; los turnos de palabra siguen el orden de antigüedad. Las normas para interpretar el discurso son las siguientes: un estilo lacónico significa que el orador está exponiendo su propio punto de vista; un estilo contorneado (lleno de proverbios e insinuaciones) significa que el orador se está oponiendo a otra persona (porque no se puede criticar frontalmente a otra persona).
G de Género: ¿a qué tipo de discurso corresponde el acontecimiento? Se suele distinguir entre el discurso ordinario (registros no marcados socialmente) y los géneros discursivos (registros marcados socialmente), que se caracterizan por normas lingüísticas específicas y, muy a menudo, por intercambios verbales más formalizados. Desde este punto de vista, una palaver es un género distinto del discurso ordinario, como demuestran claramente la jerarquía de los turnos de palabra y el papel singular del griot, que media en todos los intercambios.
El grado de precisión necesario para este tipo de análisis implica, en principio, disponer de las actas literales de los intercambios, lo que significa haberlos grabado previamente o, mejor aún, haberlos filmado. Además, hay que tener cuidado de basarse en situaciones espontáneas y no en el discurso normativo solicitado por el entrevistador, que es más artificial. Luego está la espinosa cuestión de la transcripción. Una transcripción palabra por palabra no es necesariamente la más adecuada, en la medida en que la antropología de la comunicación no sólo se interesa por el mensaje lingüístico, sino también por la dinámica interaccional que subyace a los intercambios verbales. En este punto, las convenciones adoptadas por los trabajos de análisis conversacional pueden resultar útiles, ya que transcriben los silencios, los solapamientos, las interrupciones y los cambios de tono, además del contenido lingüístico de los intercambios verbales. También podemos optar por transcribir los elementos extralingüísticos de los intercambios cuando son socialmente significativos, por ejemplo los gestos y las miradas, para comprender la construcción cultural de la relación con el espacio.
Nota: Es útil una comprensión del propio término cultura. En el siglo XIX, el término se utilizaba comúnmente para referirse a la civilización occidental. De hecho, se creía comúnmente que todas las culturas progresaban desde el salvajismo y la barbarie hasta lo que se identificaba como civilización occidental. Aunque nos sorprenda esa creencia, no era tan infrecuente. La antigua Grecia y la China imperial también creían que sus propias formas de vida eran superiores a otras. La idea de que no había una cultura superior tardó en evolucionar.
Sin embargo, una transcripción que tenga en cuenta demasiados elementos corre el riesgo de volverse ilegible y, por tanto, inutilizable. Por tanto, el tipo y el grado de precisión de la transcripción deben elegirse en función del beneficio analítico que esperamos obtener de ella.
La indexicalidad social del lenguaje
La antropología de la comunicación no sólo se ocupa de los intercambios verbales cara a cara, sino de todo tipo de comunicación, sea cual sea la naturaleza de los mensajes y los canales que utilicen. Incluso el silencio es una forma de comunicación, ya que abstenerse de hablar es una situación significativa para los participantes. Keith Basso, por ejemplo, ha estudiado las situaciones en las que los apaches de Arizona consideran socialmente apropiado permanecer en silencio: cuando unos desconocidos se encuentran por primera vez (su silencio puede durar varios días), cuando unos jóvenes intentan seducirse mutuamente, cuando le insulta alguien que está enfadado, cuando está con alguien que está triste. Todas estas son situaciones en las que las personas implicadas consideran que su relación es demasiado ambigua o incierta como para entablar una conversación. El silencio tiene así el valor de un índice relacional para los participantes.
Esta dimensión indicial del lenguaje es uno de los principales temas de estudio de la antropología de la comunicación. Más allá de sus funciones referenciales, el intercambio verbal está ligado a la relación social entre los participantes e indica algo sobre ella. Esto puede hacerse por medios lingüísticos o extralingüísticos: la elección entre estar en términos familiares o ser formal en francés expresa intimidad o respeto; evitar el contacto visual o inclinarse o ponerse de pie para saludar a alguien es otra forma de mostrar el respeto debido al estatus de cada uno. La naturaleza indexical del lenguaje demuestra que es una actividad irreductiblemente social. La investigación sobre la indexicalidad social se centra, por ejemplo, en cuestiones de estatus (como hemos visto con los saludos ceremoniales en Samoa) o en la relación entre el género y el lenguaje.
El género es, de hecho, una construcción social que implica el lenguaje. Entre los tzeltales, un grupo maya de Chiapas (México), por ejemplo, las mujeres tienden a evitar el desacuerdo frontal. Esto se refleja en el uso de la repetición conversacional: la hablante femenina repite parte de la última afirmación de su interlocutor, añadiendo una entonación para indicar interés, asentimiento o sorpresa. Por supuesto, los hombres también utilizan esta técnica, pero en mucha menor medida. La repetición conversacional es, por tanto, un marcador de género, asociado a su vez a normas de comportamiento. Esta distinción entre formas de hablar masculinas y femeninas depende a menudo de una jerarquía implícita o explícita, ya que la dominación masculina es también dominación lingüística. Esto nos lleva de nuevo a la noción de ideología lingüística: este concepto se refiere a la forma en que los miembros de un grupo se representan a sí mismos y justifican las normas relativas al uso adecuado del lenguaje. En muchas sociedades (aunque no en todas), la discreción se percibe como un valor típicamente femenino, lo que anima a las mujeres a mostrarse comedidas al hablar, sobre todo en presencia de hablantes masculinos. Por el contrario, una mujer demasiado habladora será objeto de una fuerte desaprobación moral y acusada de "cotilla".
En una línea similar, Elinor Ochs y Carolyn Taylor han arrojado luz sobre la ideología lingüística que subyace a las conversaciones familiares en la mesa de la cena en la América de clase media de finales de la década de 1980. Estas conversaciones representan una de las principales ocasiones en las que los niños aprenden sobre las identidades de género dentro de la familia. Las discusiones en la mesa revelan una asimetría de género que Ochs y Taylor denominan "papá sabe" (por una serie de televisión estadounidense de los años 50): el padre se erige en juez y crítico del comportamiento de los demás miembros de la familia, principalmente de sus hijos, pero también de su esposa. Aunque esta ideología patriarcal ha sido cuestionada públicamente desde hace varias décadas en la sociedad estadounidense, sigue desempeñando un papel estructurador en las conversaciones familiares, aunque sólo sea de forma implícita.
Estos pocos ejemplos ilustran el valor de examinar la relación entre el lenguaje y lo social o, más exactamente, entre las situaciones concretas de interlocución y los contextos socioculturales en los que tienen lugar. El análisis detallado de las estructuras discursivas y las dinámicas interaccionales que organizan los intercambios lingüísticos nos permite comprender cómo se producen y reproducen las relaciones sociales a través de estos intercambios. En este sentido, la antropología de la comunicación nos permite estudiar lo social en construcción.
Por qué crees que tiene éxito la antropología de la comunicación?
La «trampa de Tucídides»: El historiador griego ya lo había advertido al estudiar la Guerra del Peloponeso. Cuando una nueva potencia viene a desafiar a la que gobernaba el mundo, es probable que se produzca una prueba de sangre.
Tucídides fue el primer historiador del siglo IV a.C. que escribió: «Fue el ascenso de Atenas y el miedo que despertó en Esparta lo que hizo inevitable la Guerra del Peloponeso». Esto se conoce como la «trampa de Tucídides», como explica el académico estadounidense Graham Allison en su bestseller “Hacia la Guerra” (2019).
Es una trampa que sigue con nosotros hoy, empujando a la potencia dominante pero vacilante, Estados Unidos, al enfrentamiento con potencias emergentes (China) o rivales (Rusia). Tucídides señaló que las ciudades griegas sabían que una guerra abierta las arruinaría a todas. Pero, todas juntas, eran impotentes para evitarla.
Me parece bien: El grado de precisión necesario para este tipo de análisis implica, en principio, disponer de las actas literales de los intercambios, lo que significa haberlos grabado previamente o, mejor aún, haberlos filmado. Además, hay que tener cuidado de basarse en situaciones espontáneas y no en el discurso normativo solicitado por el entrevistador, que es más artificial. Luego está la espinosa cuestión de la transcripción. Una transcripción palabra por palabra no es necesariamente la más adecuada, en la medida en que la antropología de la comunicación no sólo se interesa por el mensaje lingüístico, sino también por la dinámica interaccional que subyace a los intercambios verbales. En este punto, las convenciones adoptadas por los trabajos de análisis conversacional pueden resultar útiles, ya que transcriben los silencios, los solapamientos, las interrupciones y los cambios de tono, además del contenido lingüístico de los intercambios verbales. También podemos optar por transcribir los elementos extralingüísticos de los intercambios cuando son socialmente significativos, por ejemplo los gestos y las miradas, para comprender la construcción cultural de la relación con el espacio.