Historia de los Derechos Económicos de las Mujeres en el Mundo Musulmán (4o Episodio)
Este es el cuarto episodio de la Guía Esencial de la Historia de los Derechos Económicos de las Mujeres en el Mundo Musulmán. Contiene 4 episodios. Aquí nos centraremos en su trabajo asalariado.
Cada semana irá apareciendo uno de los episodios.
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Nota: En los episodios anteriores se iniciaba y se desarrollaba el análisis del tema de la participación de las mujeres musulmanas en la economía de sus comunidades durante el período premoderno. Como se decía en el primer episodio, la representación politizada de las mujeres musulmanas, en particular de aquellas que usan el velo (ḥijāb), en los medios de comunicación globales controlados por Occidente y la militarización de sus cuerpos en ciertos discursos políticos y feministas, también es objeto de atención. Este texto, junto con otros de la plataforma digital sobre la mujer en el mundo islámico, traza un amplio abanico de perspectivas sobre temas clave que predominan tanto dentro como fuera del ámbito académico, ofreciendo análisis detallados y meticulosos de fuentes textuales y amplias tendencias sociopolíticas. Resalta especialmente la diversidad en las vidas de las mujeres musulmanas, desde la era premoderna hasta la contemporánea, prestando especial atención a los contextos históricos y políticos que han dado forma a sus vidas y han definido el pensamiento y las acciones de figuras femeninas importantes a lo largo de la historia islámica. Este enfoque conduce a un análisis de la vida de las mujeres musulmanas que cuestiona las nociones fijas de género y agencia en el contexto de sociedades mayoritariamente musulmanas.
Como se verá, la participación de las mujeres en la vida económica de sus comunidades era normativa y sus contribuciones eran esenciales para la continuidad y vitalidad de sus comunidades y familias. También en las cuestiones del trabajo asalariado, como se verá a continuación.
Historia de los Derechos Económicos de las Mujeres en el Mundo Musulmán (4o Episodio)
En el anterior episodio acabábamos señalando que las sociedades en las que tanto las mujeres como los hombres tenían derecho a poseer y mantener propiedades a su nombre, en las que las mujeres gozaban de derechos de herencia a pesar de las partes desiguales que recibían, y en las que la ley no prohibía a las mujeres ni trabajar ni invertir y poseer riquezas, sólo cabe esperar que fueran parte integrante de la economía, haciéndolo bien a veces y siendo perjudicadas y robadas, como demuestran tantos casos, en otras ocasiones. A continuación nos ocuparemos del trabajo asalariado de las mujeres musulmanas.
Trabajo asalariado o trabajo femenino
El padre de una menor demandó a una mujer llamada Rakka ante el tribunal de Alejandría en 1865. El padre alegó que Rakka, que se identificaba como "la shaikha (líder o jefa femenina) de un wābūr (máquina/fábrica) de algodón", sedujo a su hija Fāṭima para que fuera a trabajar al wābūr, donde Fāṭima tuvo un accidente que le cortó los dedos. Pidió una compensación económica a Rakka. El tribunal escuchó entonces a Rakka, que explicó:
"hay un maḥḥal (lugar/plaza) donde se congregan las mujeres que buscan trabajo, y cualquier shaikha que busca trabajadoras va a ese maḥḥal y pregunta a las que quieren trabajar; las que aceptan trabajar van con ella. Fue a ese lugar y se llevó de vuelta a algunas mujeres shaghghālah (trabajadoras) entre las que estaba Fāṭima, hija del acusador, por su propia voluntad."
Fāṭima trabajó durante tres días en el wābūr antes de que se produjera el accidente. Este caso nos informa de que ya existía un mercado local para la mano de obra femenina, un lugar donde se congregaban mujeres y chicas jóvenes como Fāṭima en busca de trabajo. Era una época en la que la industria manufacturera comenzaba en Egipto y los profundos cambios estructurales incluían cambios en la economía y en los patrones sociales, pero la sociedad ya estaba bastante familiarizada con el trabajo de las mujeres y con las mujeres que actuaban como shaikhāt (jefas) de las fábricas.
Al extraer información sobre las mujeres que se ganaban la vida se observa que parecía ser una parte natural de la vida de las mujeres a lo largo de la historia islámica y, antes de eso, en la antigüedad. El historiador griego Heródoto (484-425 a.C.), que visitó Egipto en el año 445 a.C., dijo lo siguiente sobre las mujeres: "Las mujeres acuden a los mercados y comercian, mientras que los hombres se sientan en casa ante el telar... las mujeres también llevan cargas sobre sus hombros, mientras que los hombres las llevan sobre sus cabezas ".
El rico patrimonio artístico dejado por los antiguos egipcios proporciona pruebas de mujeres que trabajaban como tejedoras de tejidos, jornaleras en los campos, como sacerdotisas y comadronas, y en una serie de otras ocupaciones. Estas imágenes llenan los museos de todo el mundo en forma de pinturas, tallas murales e incluso estatuas reales, algunas de las cuales son pequeñas y muy detalladas. Hatoon al-Fassi ilustró el poder económico de las mujeres en su estudio de las tumbas de Madā'in Ṣāliḥ en la Península Arábiga; dice que "dos tercios de las tumbas inscritas mencionan a mujeres [lo que] sugiere que eran ricas y activas en los asuntos locales". Estas inscripciones (que datan del siglo I a.C.) mostraban a las mujeres como dedicatarias de la tumba, financiándolas para que fueran el último lugar de descanso de los miembros de sus familias.
El poder de las mujeres nabateas no sólo se ponía de manifiesto en la fuerte financiación de la construcción y dedicación de la tumba, sino también en el hecho de que para ello se necesitaba la "aceptación de la comunidad". La historia de Ḥalīma al-Sa'diyya, la nodriza y madre adoptiva del profeta Muḥammad , nos habla de la dependencia de las mujeres de las tribus tanto de los ingresos como del patrocinio de los jefes de las tribus de Arabia al actuar como nodrizas y acoger a sus hijos. La poetisa al-Jansā' (m. 24/645), famosa por el elogio de sus dos hermanos mártires, también era famosa por sus habilidades veterinarias y fue admirada en los versos escritos por un pretendiente que fue testigo de su destreza para curar la dermatitis de los camellos. Hind, esposa de al- Ḥajjāj ibn Yūsuf (m. 95/714), gobernador omeya de Irak, por ejemplo, era conocida por hilar y tejer a pesar de estar casada con el gobernador de Irak.
Al igual que sus hermanas preislámicas, las mujeres del periodo islámico siguieron ocupando un lugar central en la vida económica de sus comunidades: Trabajaban para ganarse la vida, financiaban proyectos, compraban y vendían en el mercado y participaban activamente en la creación de dotaciones waqf para preservar la riqueza de sus familias y/o establecer dotaciones para atender las necesidades sociales de sus comunidades.
Las inversiones femeninas en waqfs se remontan a los primeros tiempos del Islam, empezando por las mujeres estrechamente relacionadas con el profeta Muḥammad, como su esposa 'Ā'isha bint Abī Bakr (m. 58/678), de quien se dice que compró una casa para albergar a una familia pobre con la condición de que se devolviera después a sus descendientes. Su hermana, Asmā' (m. 72/692), hizo lo mismo con su casa donada a la caridad, para que no fuera vendida ni se pudiera prescindir de ella.
Aunque la información temprana sobre los waqfs consiste sobre todo en breves referencias asociadas principalmente a mujeres relacionadas con las familias del Profeta, existen importantes registros de waqfs creados por mujeres a lo largo de la historia islámica. Tal vez el más famoso de los primeros waqfs medievales sea el creado por Zubaida (m. 215/831), esposa del califa abbasí Harūn al-Rashīd, que extendió las instalaciones de agua desde Bagdad hasta La Meca para ponerla a disposición de los peregrinos que emprendían el largo viaje del ḥājj.
Roxelana (m. 965/1558), esposa del sultán otomano Sulaimán, fundó en Jerusalén otra institución benéfica destinada a servir al público en general. La tikiyya (hospicio sufí) de "Jasiki Sultan" (título utilizado para Roxelana) servía comidas gratuitas a los pobres y sigue haciéndolo hasta la actualidad. Quizá el waqf más característico creado por mujeres importantes sea el de la mezquita Qarawiyyin de la ciudad de Fez, en Marruecos, por Fāṭima al-Fihrī (m. 266/880), que se convirtió en la Universidad de al-Qarawiyyin, la más antigua del mundo aún en activo. Estas actividades continuaron en años más recientes y entre diversos niveles de la sociedad.
En el extremo superior se encuentran waqfs como el creado en El Cairo por otra Zainab Khātūn (no confundir con la Zainab antes mencionada, fallecida en 1836). Esta última Zainab murió en 1736, dejando tras de sí una "herencia estimada en 24.249 paras, incluyendo 3.598 paras por un brazalete de oro, 1.101 paras por una tobillera de plata, 4.330 paras en monedas bajo custodia de su marido, 1.210 paras en monedas bajo custodia de ella, 1.000 paras como precio de un makān y 1.100 paras como dote posterior".
Las fuentes también proporcionan información sobre la participación de las mujeres en el comercio tanto en la época preislámica como en la islámica. Khadīja bint Khuwailid, primera esposa del Profeta Muḥammad y la primera en creer en él como Mensajero de Dios, era una rica comerciante de La Meca que contrató a Muḥammad para realizar expediciones comerciales a Siria y posteriormente se casó con él. Otras mujeres mencionadas en la sīra (biografía) del Profeta eran comerciantes y poseían importantes riquezas. Quizá Salma bint al-Najjār, la bisabuela del Profeta Muhammad, madre de su abuelo Abū Ṭālib, que lo crió tras la muerte de su padre, sea el mejor ejemplo de ello. Sabemos poco de ella, y las narraciones que existen sobre ella pueden extraerse de la sīra del Profeta que dan detalles de los orígenes de su familia. Hāshim ibn 'Abd Manāf, que da nombre a la rama hachemí de Quraish, dirigió una caravana hacia el norte para comerciar en Gaza.
Por el camino se detuvieron en Sūq al-Nabāṭ, a las afueras de Medina, donde los mercaderes se reunían para comprar, vender e intercambiar mercancías. Allí vio a una mujer "de pie en un lugar destacado del mercado dando órdenes, comprando y vendiendo mercancías." Hāshim le pidió que se casara con él incluso después de saber que conservaba amraha biyadiha (el derecho a casarse y divorciarse); 'Abd al-Muṭ̣ṭalib fue el resultado de este matrimonio.
También se dice que el padre del Profeta se encontró con una mujer, descrita por las fuentes como la mujer que "le abordó" cuando iba de camino a ofrecer matrimonio a la madre del Profeta, Āmina. La mujer, identificada como una "lectora" (qāri'a), es decir, una kāhina (sacerdotisa/adivina) o una persona alfabetizada, le pidió que se casara con ella y le ofreció una dote considerable, calculada en unos 100 camellos. En otras palabras, las mujeres comerciaban, podían dirigir sus propias vidas y pagaban dotes similares a las de los hombres. De hecho, algunos relatos cuentan que Khadīja le dio a Muḥammad el dinero para pagar su dote.
En siglos posteriores, se menciona a mujeres como jefas de gremios en los registros legales de los tribunales en los que tenían que estar certificadas, mientras que las mujeres aparecen a menudo como supervisoras del waqf. Las citas relativas a mujeres que trabajan como jefas en gremios dominados por mujeres aparecen a menudo para gremios de médicos, tejedoras, esteticistas y animadoras. Fariba Zarinebaf-Shahr recoge el caso, en 1778, de un gremio de vendedores de flores de Estambul, en el que "tanto mujeres como ancianos y hombres discapacitados pertenecían a una rama del gremio de jardineros que plantaba flores en Uskudar, un barrio de Estambul en la orilla asiática, y alrededor del Bósforo, y las entregaba a barqueros y vendedores ambulantes que las vendían en cestas por las calles de Estambul".
Los archivos de los tribunales islámicos de la época premoderna están repletos de casos de mujeres que acudían a los tribunales para documentar transacciones legales y financieras, demandar por dinero prestado o prestado por otros o disputar sociedades comerciales, vender bienes o propiedades, empeñar propiedades y otros asuntos diversos. Los archivos de Jerusalén muestran a mujeres muy activas en el préstamo y la concesión de créditos, ganando dinero mediante el empeño de bienes o préstamos a un interés.
Un ejemplo de ello es un préstamo de 500 qirshs (piastras) de Sarah a Yūsuf Zayn, y un préstamo de 2.152 a Ibrāhim Rizq de Ammūna. Como prueba de que se pagaban intereses hay un caso en el que se prestó 800 qurūsh con la estipulación: "Le he dado durante un año como garantía una habitación en una casa que poseo contra el préstamo... puede vivir en ella o alquilarla por los intereses (fā'iḍ)".
Fariba Zarinebaf-Shahr escribe además sobre las mujeres que mantenían "relaciones comerciales como propietarias de fincas urbanas y talleres, y servían como agricultoras fiscales..... Se implicaban en la economía rural como propietarias de tierras, copropietarias de granjas privadas y agricultoras fiscales... como gestoras de dotaciones públicas, propietarias y copropietarias de baños públicos y como prestamistas. "
Una de estas mujeres de Jerusalén fue Badrī bint Ṭāhā, cuyo nombre aparece por primera vez en relación con un caso de empeño en el que se dice que saldó una deuda de empeño de cuatro piastras con Esther Ibrāhīm, quien a continuación le entregó los objetos empeñados, a saber, "tijeras de plata, siete brazaletes de plata, dos pendientes de oro. " Pero hay más en este caso: la narración continúa afirmando que Badrī también "vendió las acciones por dos piastras y diez piezas egipcias", recibiendo una cantidad que luego reparte entre sus socios. No tenemos claro quiénes son los socios ni la naturaleza de las acciones o la relación con los que recibieron acciones.
Otro caso relacionado con Badrī arroja algo de luz sobre sus actividades; aparece de nuevo ante el tribunal unas semanas más tarde. Esta vez estaba pagando lo que debía a otro prestamista a cambio de "atuendo (atlas dhamm), un fardo de ropa bordada (buqja) y un fardo de mano derecha (yamin) (buqja)... un lote (qism) de seda". Por los artículos y la cantidad llegamos a la conclusión de que lo más probable es que se dedicara al comercio como dalāla (vendedora/intermediaria), una línea de trabajo bastante frecuente entre las mujeres de Jerusalén, que a veces trabajaban solas y más a menudo formaban grupos que se apoyaban mutuamente en la compraventa.
Cuando se formaban estos grupos, debían registrar formalmente su asociación en el tribunal, donde recibían permiso para trabajar juntas como grupo con responsabilidad conjunta. Un kafīl (patrocinador) también podía actuar como garante del reembolso de las pérdidas sufridas por estos grupos conjuntos, un sistema que se aplicaba tanto a hombres como a mujeres. Cuando las dalālas no entregaban los bienes por los que se les había pagado o se descubría que engañaban a los clientes, el qāḍī (juez) les prohibía comerciar; éste era también el trato que recibían los dalāls varones.
En resumen, los registros de los tribunales de la shari'a ilustran que las mujeres participaban ampliamente en la economía de su comunidad y que los qāḍīs (juristas/jueces) no cuestionaban su derecho a trabajar en determinados empleos. Esto encaja bien con otras fuentes de la shari'a, como el Qur'ān y el ḥadīth, donde no hay ninguna indicación de que se prohibiera trabajar a las mujeres. Las mujeres poseían propiedades y actuaban como propietarias, acudiendo a menudo a los tribunales para exigir alquileres atrasados.
J. Reilly decía lo siguiente sobre las mujeres y la propiedad, tanto residencial como comercial, en el Damasco del siglo XIX: "Las mujeres solían adquirir propiedades comerciales, ya fuera consolidando propiedades familiares desmembradas por herencia o comprando a extraños..... Las mujeres adquirían así una considerable variedad de propiedades, como cafés, verdulerías, herboristerías y perfumerías, carnicerías, almacenes de madera, tejedurías y otras "
Sólo Opiniones
Este texto ha tratado de mostrar que, al estudiar la vida de las mujeres y sus contribuciones económicas, hay que considerar la fiqh como la opinión de determinados "ulamā" más que como una representación de las realidades vividas por las mujeres o de cómo la ley trataba a las mujeres y las actividades económicas en las que participaban.
La mayoría de los juristas (fuqahā') definían su punto de vista sobre la vida de las mujeres basándose en consideraciones de clase. Siendo ellos mismos en su mayoría de clase media con ambiciones de ascender, de hecho consideraban la situación de los miembros de su propia familia y la de las clases altas, mientras que sus actitudes hacia las clases bajas eran muy diferentes.
El examen de las fuentes -archivísticas y no archivísticas- que tratan de la vida real de las mujeres también nos dice que tomar únicamente el trabajo remunerado como base de la agencia económica es un error y muy engañoso.
Tal premisa refleja concepciones modernas impulsadas por ideas sobre el desarrollo económico, en lugar de la realidad sobre cómo vivían realmente las comunidades a lo largo de la historia y en las que el trabajo y la productividad de las mujeres eran una parte central de la continuidad y vitalidad de estas sociedades, quizás contra todo pronóstico.
Ejemplo de Mujer Islámica: Fátima (s. VII)
La hija que Muḥammad tuvo de su primera esposa Khadidja, Fāṭima se casó con 'Alī b. Abī Ŭālib, primo del Profeta; de su unión nacieron dos hijos, Hasan y Ḥusayn. Es difícil hacerse una idea de cómo era realmente Fāṭima. ¿Podemos concluir de su autosuficiencia, es decir, de la poca información que la historia ha conservado sobre ella, que era una mujer mediocre de escaso interés? ¿O debemos pensar que la veneración de que es objeto entre los musulmanes, incluso los no chiíes, es testimonio de cualidades espirituales que han conmovido a las almas religiosas? Es difícil decidirlo.
Sabemos que lloró mucho a su madre y que se apegó profundamente a su padre, que parece haberla rodeado de un afecto solícito. ¿Amaba a 'Alī? Probablemente fue la primera mujer en el Islam cuyo "silencio" se consideró como consentimiento al matrimonio. Sabemos que hubo algunos nubarrones entre la pareja, sobre todo cuando se habló en dos ocasiones de que 'Alī tomara una segunda esposa. En esta ocasión, el Profeta eligió el bando de su hija y dijo: "Fāṭima es una parte de mí mismo; quien la ofende, me ofende a mí." Este ḥadīth sería alegado a menudo en el islam shī'ite, donde recibió un significado gnóstico. En cualquier caso, es esta Fāṭima ideal lo que resulta más interesante.
Un versículo coránico (XXXIII, 33), que habla de la "gente de la Casa" al-Bayt), y un ḥadīth, donde se habla de "gente a la que el Profeta había cubierto con su manto" (ahl al-Kisā'), son la base de todas las especulaciones políticas y esotéricas desarrolladas en el shī'ismo en torno a la familia del Profeta, que comprende cinco personas en total: Muḥammad, Fāṭima, 'Alī, Ḥasan y Ḥusayn. Este número cinco, objeto de consideraciones aritmológicas, vino a designar cinco entidades preeternas, principios rectores inteligibles de la creación del Universo.
Así, los acontecimientos de la vida de Fāṭima, como de los demás miembros de la familia, se convierten en las manifestaciones temporales y visibles de realidades y valores suprasensibles. Muchos ḥadīth se forjaron en esta línea. Fāṭima entra en un vasto sistema de cosmología gnóstica, donde su significado arquetípico eclipsa su realidad histórica. Ella representa a la Mujer eterna, "madre de su padre", el eterno femenino de Goethe, de quien pende la salvación de la humanidad y, de hecho, del mundo entero, por la virtud del amor puro.